¡Bienvenido al mundo, Martí!
5 de septiembre de 2016. 39 semanas y 3 días. 7:30 de la mañana, me levanto como cada día en el lavabo ya que mi vejiga está ya muy presionada a estas alturas. Veo líquido mucoso trasparente a la calzoncilla. no es tapón mucoso, he fisurado el bolso.
Hago vida normal todo el día, y por la tarde, sobre las 16h hablo con una amiga matrona, que me cuenta que tendrán que inducirme el parto si no me pongo esporádicamente antes de las 12 horas de haber fisurado la bolsa amniótica.
Llamo al hospital para informar y preguntar si podía ir a las 12h, y me dicen que sí.
Salgo a andar, a ver si me pongo de parte sola, si Martí decide venir solo al mundo y no deben forzarlo, pero estará muy a gusto en el vientre de la madre.
Llamo a mi compañero, que está trabajando y le cuento, pero que esté tranquilo, que aún quedan tres horas por ir al hospital. Me dice que viene a casa.
Nos encontramos mientras paseo y vamos a casa preparar la bolsa, y por si no puedo comer durante la dilatación, me como un bocadillo de mortadela de media barra. Decidimos no avisar a nadie hasta que no sea necesario para evitar tener a nadie pendiente. sólo nosotros tres, y contando las horas que quedan por ver la cara de nuestro hijo, deseando que todo salga bien ahora con tanta fuerza que tenemos pocas palabras.
19:00, tomamos un taxi hacia el hospital. Cuando lleguemos ya nos están esperando. Le entregamos a la ginecóloga los papeles de las analíticas y me hace un tacto. Estoy de 3 cm. Me explica que me pondrán prostaglandinas cada 4h hasta un máximo de 6 veces, y que puede que no me ponga de parto. Me ponen la primera dosis. Una bata muy sexy y unas braguitas aún mejores. Mientras me pongo las bragas rompo aguas, allí mismo frente a la ginecóloga.
Volvemos a la sala de dilatación de parto natural que ya está libre. Me monitorizan y me traen cena (venga hacia dentro también). Después de cenar comienzan las contracciones. Cada 10 minutos aproximadamente. comienzan y se vuelven bastante intensas muy rápido. Entro en la ducha, pero no me calma el dolor. Necesito moverme. cada 5 minutos. Pido la pelota, la llevan, pero está tan deshinchada que toco el suelo con las manos, no me va bien.
11:30 aprox, otro tacto. estoy de 3’5. otra dosis de prostaglandinas. Veo que esto va por muy largo.
Volvemos a la habitación. Empiezan contracciones muy seguidas y muy fuertes. Noto un dolor químico, tengo la sensación de que si fuera un proceso esporádico lo soportaría mejor. La espalda se me parte cada dos minutos. Como he tardado tanto en dilatar medio centimetro creo que me bloqueo y no puedo pensar en positivo respecto al dolor, sólo espero que acabe cada contracción por tener un minuto de respiro.
Estoy bloqueada y creo que no podré aguantar el dolor. Pido la peridural a baja dosis, para notar las contracciones y la presión pero aliviar el dolor. La matrona me dice que estoy muy poco seguro, le digo que llevo casi 4 horas con contracciones cada 2 y 1 minuto y que me dé algo. Me lleva un suero caliente, y enseguida viene la ginecóloga a hacerme otro tacto para poner la siguiente dosis. Estoy de 7. Avisan a los anestesistas.
Llegan dos residentes (no se presentan como tal) con la mascarilla puesta y sacan a mi compañero de la habitación. me sientan aplastando la barriga en el límite de la camilla, sobre todo no te muevas en ningún momento y avisanos cuando venga una contracción.
Contracción, no puedo moverme, sé que es extremadamente peligroso que lo haga. el dolor sin movimiento es extremo. y estoy sola con desconocidos. El auxiliar se pone delante de mí y me agarra, de repente se convierte en alguien imprescindible. Contracción tras contracción, no encuentran el espacio. Me pinchan una, dos, tres, cuatro veces. No puedo más, ya he perdido la cuenta de las contracciones que llevo aguantando sin moverme y la tensión y miedo a que estoy viviendo. Grito “¡que venga alguien que sepa pinchar la puta epidural!“. Avisan al médico, y me pincha él a la primera, un par de contracciones más y aflojará el dolor (me planteo muchas cosas sobre la necesidad de practicar con primíparas 4 veces en la residencia, y entiendo por qué entran con la cara tapada por la mascarilla , para que después no las reconozcas) .
Son las 4, y me hace mella la peridural. Nos dormimos una hora y media. Estoy agotada del dolor y la tensión de todo el rato (calculamos que fueron unos 3/4 de hora) de tensión por la anestesia.
5:30, entra la matrona y me hace un tacto, me hace empujar. Estoy de 10. me comenta que me llevan a sala de partos pero que ya esperan al cambio de turno.
Nos trasladamos. Llega la matrona del turno de mañana, me gusta. Me hace hacer un par de montes, y me comenta que Martí está encajado, pero que tengo pelvis para formar parte vaginal, así que me pondrán un poco de oxitocina y si no utilizarán instrumentos.
Aquí me hundió. Quería parte natural, no medicalizado y sobre todo, no instrumentado. Todo a la inversa. Me imagino las palas de los forceps en el cráneo de mi hijo y en mi vagina. Me pongo a llorar. Teresa, la matrona, me anima, que lo estoy haciendo muy bien, que no sufra, me enseña la ventosa, y cómo funciona. Mi compañero me empodera y seguimos. Llega la ginecóloga del turno de mañana. me hace un tacto y me hace empujar. El momento ya lo tenemos a la vuelta de la esquina, ahora hay que serenarse para no hacer sufrir a Martí y que vaya rápido. Usarán ventosa. Venga que esto lo sacamos adelante entre todos. Esperamos contracción. Empujo fuerte, muy fuerte. Pasa la contracción, esperamos la próxima. Mi compañero y yo nos miramos, los nueve meses terminan aquí, por fin ha llegado el momento. Siguiente contracción, no se de dónde sale una fuerza sobrehumana, femenina, visceral. Corona la cabeza y enseguida saca la ventosa, pero debe cortarme, acepto ya que lo prefiero a un desgarro. ¡Aprovecho la misma contracción para volver a apretar, y ya lo tenemos aquí! 10:30 de la mañana del 6 de septiembre, 3kg y 47.5cm.
Le quita el cordón del cuello a Martí y me lo pone en el pecho. Tan pequeño, llorando. Madre mía ese momento nunca la olvidaré. Tiene un color rosadito y es precioso. Y lo hemos hecho nosotros con todo el amor que teníamos por darnos. Nos miramos con mi compañero, lloramos los dos, conscientes de que es el mejor momento de nuestras vidas. Felices como nunca lo hemos sido. Tenemos un hijo precioso, sano y maravilloso. ¡Empieza la aventura!