La maternidad es un camino para siempre, en constante cambio, que requiere adaptaciones personales constantes, mirar adentro para cuidarlo fuera. Tras un test positivo de embarazo, el cuerpo y el cerebro de la mujer comienza a cambiar.
Cambios hormonales y físicos para crear una nueva vida en nuestro interior. Y todo lo que esto implica a nivel emocional que tanto cuesta contar con palabras.
Durante el embarazo, visualizamos un final de trayecto que es en realidad el inicio de un camino que debe durar para siempre.
El temido y al mismo tiempo esperado parte.
Nos preparamos físicamente ( yoga, natación, vamos a la fisioterapeuta a hacer trabajo postural y abdominal con el tronco, oa que nos enseñen recursos para hacer una buena dilatación,…) y mentalmente, empoderándonos, informándonos, leyendo otros experiencias e imaginándonos cómo será el nacimiento de nuestra criatura. Nos inundan los miedos.
Si estaremos a la altura de las circunstancias, o si las circunstancias estarán a la altura de nuestras expectativas.
Llenamos el plan de parto deseando que todo vaya bien para poder tener el nacimiento deseado. Contactamos comadronas y doulas para que nos acompañen en este proceso si queremos que sea en un ambiente íntimo. Cada mujer elige y tiene el derecho legítimo de hacerlo, dónde y cómo quiere dar a luz.
Llega el momento y siempre es diferente a cómo imaginamos. Y en ese preciso instante, haciendo piel con piel con tu bebé, con la felicidad y el cansancio sobreexpresado a nivel máximo que te das cuenta de que “aquí comienza el camino”.
Una vez en casa, toca hacerse en la nueva situación, conocerse con el bebé y reubicar los roles familiares ya sea si llega con la madre, en una pareja, en una familia en la que ya hay niños, o en una casa en la que conviven también animales de compañía. La situación puede estar desbordante. Quizás no nos expliquen que nos encontraremos probablemente fatal, cansadas, bajas de hierro, con mega comprendidas por los sangrados, dolor en la cicatriz si no nos hemos podido ahorrar, con fiebre y mal en los senos por la subida de leche y tremendamente enamoradas de una criatura que, cuando no duerme está horas en el pecho. Podríamos sumar más cosas pero no hace falta… si tenemos apoyo familiar en casa, al menos no parecerá un campamento, pero no es cosa nuestra.
Ahora el trabajo de la familia es cuidarnos y despreocuparnos de comidas, lavadoras y otros quehaceres para que podamos cuidarnos del bebé y descansar. Ser capaces de decir, ante una oferta de visita que nos ofrecen ayuda, «SI, un tupper con la cena», o «tender la ropa, gracias». O “si puedes sacar a pasear al perro, te lo agradeceré”. Esto es hacer tribu maronas; ayudarse.